domingo, 3 de mayo de 2009

SIMPLEZA Y SINCERIDAD x Juan Mattio


Juguetes Rabiosos #2
Abril de 2005

Sólo los turistas y cierto tipo de ingenuos creen que las ciudades son lo que ven en las tarjetas postales, para los habitantes de todos los días una ciudad es un mapa único de calles, bares, gente. La Buenos Aires de Atlt o Marechal están tan lejanas de nosotros como París o Londres. Un hombre es la ciudad donde vive, tiene sus huellas y su laberinto personal al que sólo él accede. Los Ángeles de los años cincuenta es, en principio, la ciudad donde vivió y escribió Charles Bukowski, y es también el escenario donde transcurren muchos de sus relatos. En la búsqueda del fantasma del Viejo Perro sale el Vasco, protagonista y guía en el viaje, intentando inventarse al tiempo que revive los rastros del autor de Cartero. Busca esa ciudad escondida que vive debajo de la que se ofrece a extraños y curiosos, busca en el idioma común, la cerveza, los bares, las mujeres. A tientas va encontrando rastros de lo que habrá sido esa ciudad infernal cuando Bukowski todavía luchaba con ella día a día. El peligro del viaje es olvidarse que uno está de visita, que uno ni reparte cartas para ganarse la vida ni piensa en inglés. Es la negociación entre dos mundos, es la forma porteña que tenemos de leerlo y de quererlo. Cuando el Vasco viaja a Estados Unidos lleva como equipaje su ciudad, su Buenos Aires poco dócil y muchas veces amarga pero a la que está unido no por el amor sino por el espanto.

La historia de Enrique Ferrari gana terreno en ese desafío de cifrar en su idioma el mundo que antes fue de Henry Chinaski. Se ha dicho que éste libro se puede leer prescindiendo de la obra de Bukowski, estoy de acuerdo. Una ficción arraigada en otra adquiere vida propia y se desprende de cualquier lenguaje porque ella misma inventa uno. El Viejo Perro fue imprescindible para el autor y no sólo como disparador de ésta historia sino como guía en la pelea de pesos pesados que es la literatura.
En algún momento el Vasco recuerda dos consejos: simpleza y sinceridad. Si esas son las lecciones de Bukowski, entonces Ferrari ya está dando pelea.

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